MI PAPÁ JUGANDO PAC-MAN

Hace un año, recibí esa llamada que nadie quiere escuchar: “Tu papá tiene cáncer”. Es una de esas situaciones que nunca esperas vivir y que cuando llega, no hay forma de que no cambie tu vida. Pero esta historia no es sobre mí, sino sobre él, sobre su increíble fortaleza y valentía. Hace apenas unos días, salió bien de su quinta cirugía, y aunque confío profundamente en que será la última, cada paso en este proceso ha sido una lección de vida.

Cuando era niña, mi papá me enseñaba con frases sencillas pero profundas: “nunca te rindas”, “siempre aprende de las dificultades para hacerte más fuerte”. En ese entonces, esas palabras me servían para enfrentar los retos comunes de la infancia y adolescencia, pero hoy en día, durante esta experiencia, esas enseñanzas se han convertido en algo mucho más significativo. Ya no son solo palabras que me reconfortan; ahora son actos que veo reflejados en él día tras día. Su resistencia y capacidad para seguir adelante, incluso en los momentos más oscuros, me han mostrado de manera tangible lo que significa verdaderamente ser fuerte.

A lo largo de este proceso, me he dado cuenta de algo importante: estos momentos difíciles tienen un impacto profundo en nuestras relaciones, en la manera en que nos conectamos con los demás, especialmente con quienes amamos. Una amiga me compartió una reflexión que me cambió la perspectiva: “Durante este proceso, la relación entre tu papá y tú va a evolucionar, porque son grandes maestros el uno del otro”. Y tenía toda la razón. Mi papá, que siempre me ha sorprendido, ha comenzado a interesarse en temas que antes parecían ajenos a él, como las constelaciones familiares, la energía y la meditación. Hasta hemos llegado a compartir lecturas sobre Jacob Grinberg, un autor que jamás hubiera imaginado que él leyera. Pero a la vez, algunas cosas permanecen inalterables: seguimos disfrutando juntos de nuestras charlas sobre la Fórmula 1 y la NFL, como siempre lo hemos hecho.

Recientemente, mi papá me compartió una analogía sobre su experiencia con el cáncer que me impactó profundamente. Me dijo que la enfermedad se sentía como un “pac-man”, devorando lentamente lo que uno es, mordida a mordida. Esa imagen me hizo entender mejor lo devastador que es para quienes lo viven y también lo desgarrador que resulta verlo desde fuera. Sin embargo, al cambiar la pregunta de “¿por qué a mí?” a “¿para qué me está pasando esto?”, mi papá encontró un nuevo significado en su proceso. Entendió que había llegado el momento de llevar su vida de una manera distinta. Se dio cuenta de que no podía seguir entregando su paz y su bienestar a un trabajo que solo le generaba estrés y angustia. En cambio, decidió estar más presente, disfrutar más de cada momento y valorar lo único que realmente tenemos: el presente. A través de este proceso, ha aprendido a conocerse más profundamente, a reconocer todo lo que es capaz de hacer y a redescubrir su propio poder interior.

En este punto, me resulta imposible no pensar en los principios de la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), especialmente en la aceptación como clave del bienestar psicológico. La TCC se centra en la forma en que nuestros pensamientos afectan nuestras emociones y comportamientos, y cómo, a través de la reestructuración cognitiva, podemos cambiar patrones de pensamiento que nos perjudican. Mi papá, sin saberlo, ha puesto en práctica muchos de los principios fundamentales que enseñamos en terapia. Al cambiar la perspectiva de “¿por qué a mí?” por “¿para qué?”, él ha hecho una reestructuración cognitiva natural, permitiendo que el proceso de aceptación le traiga paz y claridad.

Recuerdo al Dr. Steven Hayes, el creador de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT por sus siglas en inglés). Hayes habla sobre cómo la aceptación es fundamental para dejar de luchar contra lo inevitable y empezar a vivir en el presente. Al aceptar su situación, mi papá no solo ha encontrado un nuevo sentido, sino que ha disminuido la carga emocional que esta enfermedad traía consigo. En lugar de caer en un ciclo de desesperación, ha elegido enfocarse en lo que realmente importa: vivir cada día con presencia y propósito. Este enfoque lo ha ayudado a transformar una experiencia dolorosa en una oportunidad de crecimiento, tanto personal como espiritual.

Como psicoterapeuta, este viaje me ha enseñado mucho. He visto cómo el proceso de enfermedad, que a menudo parece puramente físico, tiene un impacto emocional y psicológico profundo tanto en el paciente como en su entorno. El concepto de resiliencia, del que tanto hablamos en terapia, se vuelve muy palpable en estos momentos. La resiliencia no es simplemente “resistir” o “aguantar” el dolor, sino aprender a crecer a través de él. Es en estas experiencias donde realmente podemos ver el poder de la mente para transformar la adversidad en oportunidades de crecimiento.

Este proceso también me ha llevado a reflexionar sobre la relación entre cuerpo y mente. En la psicología, sabemos que el bienestar físico y emocional están íntimamente conectados. La forma en que afrontamos las dificultades, la capacidad de encontrar significado en el sufrimiento y de rodearnos de personas que nos apoyen y nos den amor, todo influye en nuestra recuperación. En el caso de mi papá, no tengo dudas de que su fortaleza emocional y espiritual, sumada al tratamiento médico, ha sido fundamental en su sanación. No solo ha sido cuestión de medicinas y cirugías, sino de su voluntad de seguir adelante, de su deseo profundo de vivir plenamente y de sanar, no solo su cuerpo, sino también su alma.

Esta experiencia también me ha permitido comprender más profundamente el poder de las relaciones. Durante el proceso, nuestra familia ha crecido más unida, y yo he podido ver, una vez más, lo grande que es el vínculo que compartimos. Estos momentos difíciles han sido oportunidades para redescubrir el valor del apoyo emocional, la importancia de estar presentes y el poder transformador del amor incondicional.

Para aquellos que están pasando por algo similar, sé que las palabras muchas veces no alcanzan. Pero quiero decirles que, incluso en las situaciones más difíciles, podemos descubrir una fuerza interior que nos sorprende. El camino no es fácil, pero la resiliencia, el amor y el acompañamiento adecuado pueden marcar la diferencia. A veces, lo que necesitamos no es luchar contra la adversidad, sino permitirnos aprender de ella y dejarnos transformar por las lecciones que trae consigo.

Hoy, mi papá está libre de cáncer, y estoy segura de que esto no solo se debe al tratamiento médico, sino también a su fortaleza espiritual y a su inmensa voluntad de salir adelante. Ver cómo ha enfrentado cada paso con valentía y determinación me ha inspirado profundamente. Cada día, su energía y su enfoque en sanar, no solo físicamente, sino desde lo más profundo, ha sido una verdadera lección de vida para todos los que lo rodeamos. Celebramos su vida, su recuperación y las profundas enseñanzas que esta experiencia nos ha dejado a todos. Tal vez ese “pac-man” que él menciona no solo destruye, sino que, en su avance, nos ayuda a soltar lo que ya no necesitamos ser y nos convierte en lo que estamos destinados a ser.

Este es el poder del cambio: nos permite evolucionar, sanar y, a través de los momentos más difíciles, encontrar el camino hacia una vida más plena y significativa.

Las cosas que te emocionan

A veces, en la vida, nos encontramos aferrados a situaciones, personas o trabajos que ya no nos sirven. Es casi instintivo, como si sostener algo con fuerza pudiera preservar su valor o significado. Sin embargo, este apego puede convertirse en una carga, como si estuviéramos sosteniendo un vaso de agua durante horas. Al principio, no parece gran cosa, pero con el tiempo, el peso se vuelve insoportable. Esta metáfora, del psicólogo británico Jeremy Dean, ilustra que no es el peso del vaso lo que importa, sino cuánto tiempo lo sostenemos. Cuanto más nos aferramos, más nos agota, más nos duele, y más nos consume.

El trabajo y el amor son dos áreas donde este peso se siente con especial intensidad. Un trabajo que ya no nos inspira o una relación que, en lugar de brindarnos paz, nos genera intranquilidad y dudas, puede agotarnos emocionalmente, drenando nuestra energía y motivación. A veces, el miedo a salir de lo conocido nos lleva a quedarnos en lugares que ya no nos benefician, privándonos así de la posibilidad de algo mejor. Debemos recordar que el dinero puede ir y venir, pero la vida no; el tiempo es demasiado valioso para pasarlo con alguien que ya cumplió su propósito en nuestras vidas. Al soltar, creamos un espacio que el universo llenará con nuevas oportunidades y experiencias que estén alineadas con quienes somos en este momento.

“Las cosas que te emocionan no son aleatorias. Están conectadas con tu propósito. Síguelas.” Así que, cuando te enfrentes con la decisión de dejar ir, recuerda que es un paso hacia algo mejor. Sigue lo que te hace vibrar, lo que llena tu vida de significado, y confía en que, al soltar, estás haciendo espacio para que lo mejor llegue a ti.

La intuición, según Jung

“La intuición es la inteligencia del inconsciente.” Carl Jung.

Para Jung, la intuición era una función mental muy importante que nos podía ayudar a las personas a comprender el mundo y a nosotras mismas de una manera más profunda y significativa.

Carl Jung, psiquiatra y psicólogo suizo, habló mucho sobre la intuición en su trabajo. Él creía que la intuición es una función mental que nos permite captar información de manera inconsciente. 

La definía como “una percepción inconsciente que penetra el objeto, sin analizarlo ni racionalizarlo”. Según Jung, la intuición es una forma de conocimiento que no está basada en la razón o la lógica, sino en la experiencia y la percepción directa.

Además, nos enseñó que la intuición era indispensable en el proceso de individuación, que es el proceso de desarrollo personal y espiritual que nos lleva a la realización del ser interior. 

Decía que al desarrollar la intuición, las personas podríamos conectarnos con nuestro YO interior y con la sabiduría universal que existe en el inconsciente colectivo.

Memento mori, filosofía estoica

El estoicismo es una filosofía antigua que ha ganado muchos seguidores en la era actual. Una de las enseñanzas centrales del estoicismo es “Memento mori”, que significa “recuerda que morirás”. Esta es una idea cuya intención es recordarnos que la vida es efímera y que tarde o temprano llegará a su final. Por lo que nos recuerda la importancia de vivir cada día como si fuera el último.

Para los estoicos, la muerte no era algo a lo cual temer, sino simplemente una parte natural del ciclo de la vida, que de hecho ayuda a darle sentido a la vida misma.

En lugar de preocuparnos por el futuro o lamentarnos por el pasado, memento mori nos recuerda que hay que vivir en el presente y hacer lo mejor que podamos con el tiempo que tenemos. 

Esta idea puede ser especialmente poderosa cuando nos enfrentemos a momentos difíciles o inciertos.

En lugar de temer a la muerte, o generar un rechazo hacia ella, es mejor aceptarla como una parte natural de la vida. Así podremos ser conscientes del momento, de convivir verdaderamente con las personas que amamos, de aprovechar el tiempo que tenemos, de fluir con el presente y dejar ir el pasado.

La vida se sostiene con la muerte.